Tuesday, December 04, 2012

Y después de La Haya ¿qué?



Las relaciones entre Chile y Perú se han visto marcadas este último tiempo por la demanda  limítrofe presentada ante la Corte Internacional de Justicia, y que entrará en su fase oral en las próximas semanas. Sin embargo, hoy se torna muy importante comenzar a delinear una estrategia con miras a abordar la continuidad de las mismas una vez que el litigio haya concluido.

En este sentido, si bien nuestro país ha optado por la vía propositiva, ella está supeditada en gran medida a la madurez con que ambos Gobiernos reaccionen ante el resultado. 

Los Presidentes de Chile y Perú han declarado en reiteras ocasiones que acatarán plenamente el fallo emitido.  Existen voces que plantean  incertidumbre respecto de lo anterior, ya que sostienen que  si la sentencia es muy distinta de lo esperado por  las expectativas reales de los gobiernos o de la población, ello podría repercutir en la forma como se recibe el fallo,  influye  en la popularidad o capacidad de control interno de los gobernantes.

En el caso chileno, el proceso ha tenido hasta ahora menor difusión. La impresión general de la opinión pública parece ser la de que sería muy difícil que la sentencia pueda ser negativa para nuestro país. En general, los chilenos creen que los argumentos de nuestros vecinos carecen de base sólida y que el tribunal no podría sino ratificar el actual estado de nuestros límites, rechazando así la pretensión peruana, que tiende a considerarse fundada en una suerte de reivindicación histórica, que se gatilla por la necesidad de revertir de tiempo en tiempo bajas de popularidad según la contingencia de esa nación.

Consciente de lo anterior, nuestro Ejecutivo ha desplegado esfuerzos  destinados a difundir más ampliamente a medios de comunicación y a líderes políticos de gobierno y oposición, que la victoria no puede celebrarse mientras el tribunal no se pronuncie. En un año electoral, no va a ser fácil evitar que al menos la percepción de un resultado que no sea 100% de lo esperado, no vaya a politizarse o convertirse en factor de controversia.

En Perú, por su parte, el juicio ha tenido mucha más difusión, pero generalmente con un tono triunfalista que, si no es confirmado por la sentencia, motivará una decepción profunda y una gran conmoción. Personeros moderados como el Ministro Roncagliolo y el Agente Wagner, que han tratado de evitar un clima de hostilidad, quedarán en una posición debilitada y los críticos de la moderación hacia Chile podrían llegar a insistir en su viejo argumento relativo a la necesidad de limitar la inversión chilena

Adicionalmente, lo anterior podría poner en una situación compleja al propio Presidente Humala, quien podría recibir presiones par a volver a su posición anterior, menos receptiva hacia Chile.

Un segundo escenario se abre si la sentencia no es totalmente clara en favorecer a alguna de las partes. Si ello llega a ocurrir, se producirá un periodo de interpretación y confusión en que ambos países intentarán destacar los aspectos positivos para su posición. 

A pesar de ello, pareciera existir conciencia de que ambas naciones tienen mucho que ganar en una buena relación. Es por esto que debiéramos intentar avanzar en  dos planos en la relación bilateral para enfrentar la etapa que se nos viene, ante un escenario tan complejo como el descrito.

Por una parte, debiera trabajarse en el reimpulso de los mecanismos institucionales ya existentes (por ejemplo: Alianza del Pacífico, Consejo de Integración Social, Comité de Integración, Comisiones Mixtas, Consejo de Seguridad y Defensa). El otro es la creación y desarrollo de nuevas iniciativas que permitan un acercamiento tanto de los gobiernos como de la ciudadanía.
Sobre lo primero, hoy se percibe como factible avanzar y profundizar ciertos acuerdos relevantes como son la Alianza del Pacífico o el Proyecto de Sistema de Interconexión Eléctrica Andino (SINEA), en el que el Perú juega un papel crucial como en los acuerdos que permitirían  recibir energía eléctrica de bajo costo en  el norte del país.

También, el Consejo de Integración Social (CIS) podría ser una instancia ideal para el encuentro de las principales autoridades gubernamentales de Chile y Perú, ya que en esta instancia participan los ministerios directamente relacionados con temáticas sociales. 
Por otra parte, en relación a nuevas iniciativas, es aquí donde nos corresponde ser imaginativos, ya que hasta ahora este ha sido el punto más débil. Si bien han existido algunas instancias, tales como los encuentros organizados por la Fundación Chile21, el Centro Peruano de Estudios Internacionales y el Instituto de Estudios Peruanos, o la Universidad de Chile y la Católica del Perú, cuyo objetivo ha sido acercar e intercambiar puntos de vista sobre la relación bilateral, aún queda mucho por hacer.

Ambos países debemos tener presente que a pesar de los conflictos propios de quienes comparten una frontera en común, nuestras relaciones comerciales han ido en crecimiento. A fines de 1999, la inversión chilena en ese país alcanzaba a los USD 3.000 millones. El año 2011 las inversiones en Perú con capitales chilenos alcanzaron los USD 11.161 millones. Esto significa que el Perú se ha consolidado como el tercer destino de las inversiones chilenas al exterior alcanzando un 17,8% del total, indicando la confianza de ese sector en las relaciones bilaterales. A su vez, las importaciones de productos chilenos registradas desde el Perú han experimentado un aumento sostenido en el tiempo que se ha traducido en un incremento del 50% entre el 2006 y el 2010. 

Los efectos a nivel de vínculos personales en la relación bilateral tampoco son menores. De acuerdo a las cifras de extranjería al 2009, el 48% de los permisos de residencia temporales se entregaron a ciudadanos peruanos. La cifra durante el 2011 alcanzó a 30.699 permisos de residencia temporal de distinto tipo a nacionales del vecino país.

Lo anterior constituye nuestro mejor argumento para intentar consolidar una buena relación permanente en el tiempo. Ambos países debemos trabajar en forma recíproca para obtener los mayores beneficios de nuestra vecindad, integración que no sólo es conveniente sino que estrictamente necesaria para nuestro porvenir y en el contexto de una historia que es y será siempre compartida. 


Fuente: Ignacio Walker y Hernán Larraín.El Mercurio. Santiago, 28 Noviembre 2012
http://www.thedialogue.org/page.cfm?pageID=32&pubID=3162&s=

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