09/12/2013
“Que Dios nos ayude” fue la expresión que utilizó Mujica al término de la disertación de Stiglitz, e ironizó con el hecho de que las palabras del economista ayudan a “dormir bien” en el actual contexto de incertidumbre.
"Uruguay y América Latina tienen que darse cuenta que tanto EE.UU. como Europa aplicarán las políticas que sean necesarias sin medir el daño que eso pueda causar en la estabilidad global.
Las cosas en la economía mundial van a ponerse difíciles antes de mejorar y los gobiernos de los países de la región –entre ellos Uruguay– van a tener que preguntarse qué pueden hacer por sí mismos para mantener el crecimiento y la estabilidad, ya que las potencias globales caminan en un “terreno desconocido” en su objetivo por superar sus propias crisis y aplicarán las políticas que sean necesarias sin medir las consecuencias en el resto del globo.
Ese fue, palabras más palabras menos, el mensaje poco alentador que dejó el premio Nobel de Economía estadounidense Joseph Stiglitz a su paso por Uruguay, en una conferencia realizada en el auditorio del Sodre ante una nutrida concurrencia que contó con la presencia de las principales autoridades económicas y del presidente de la República, José Mujica.
“Lo importante para Uruguay y el resto de los países de América Latina es que la economía global va a seguir teniendo un período muy difícil” frente a los muchos obstáculos que todavía quedan por delante.
Eso llevará a Estados Unidos y a Europa a caminar en un terreno “desconocido” sobre los eventuales efectos que tendrán en el futuro las políticas aplicadas, como la flexibilización cuantitativa que ha generado distorsiones en la inflación y los tipos de cambio alrededor del planeta.
En ese marco, Uruguay y América Latina tienen que darse cuenta que tanto Estados Unidos como Europa aplicarán las políticas que sean necesarias sin medir el daño que eso pueda causar en la estabilidad global.
“Todo esto va a provocar turbulencias en la economía”, señaló Stiglitz. En ese marco, los países de la región tendrán que buscar sus propias respuestas sobre cómo mantener la estabilidad y el crecimiento en sus economías, para lo cual deberán apelar a políticas innovadoras, gestión de flujos de capitales y medidas de estabilización financiera.
De aquí que se plantee un desafío para las políticas monetarias que ya no podrán depender exclusivamente del manejo de tasas para contener las distorsiones generadas en el exterior.
Mirando a su izquierda, hacia donde estaba sentado el ministro de Economía, Fernando Lorenzo, Stiglitz remarcó que por tal motivo se avecina un período “emocionante” para los conductores económicos y los bancos centrales que serán los encargados de afrontar grandes “desafíos” en un mundo turbulento.
Antes de explicitar su pronóstico, el Nobel de Economía 2001 y profesor de la Universidad de Columbia repasó las instancias que dieron origen a la crisis hipotecaria que desencadenó el colapso financiero mundial, con epicentro en Estados Unidos.
Como lo hace habitualmente, el economista cuestionó el liberalismo financiero aplicado desde la Reserva Federal de Estados Unidos bajo la conducción de Alan Greenspan y de Ben Bernanke con una visión que confiaba en la “eficiencia de los mercados” para regularse, lo que permitió la formación de las burbujas de activos.
Asimismo, el experto señaló que luego del colapso de Lehman Brothers en 2008 se optó por una solución basada en la “vieja teoría” que implicó la expansión monetaria, bajo el entendido que sería suficiente para resolver los problemas de los bancos, que estos volvieran a prestar y de esa forma reactivar la actividad.
“Pero en el mundo globalizado esto no es así”, señaló Stiglitz, que destacó que el exceso de liquidez en vez de colocarse en donde realmente se necesitaba –que era en las economías desarrolladas– se fue hacia los mercados emergentes en busca de mayores rendimientos.
“La liquidez se fue adonde no se quería y la Fed creó burbujas en todo el mundo”, afirmó.Como resultado, las economías de los países mejor posicionados comenzaron a enfrentar problemas de inflación y de apreciación de sus monedas, generando verdaderos desafíos para la conducción de la política monetaria.
Quienes optaron por elevar las tasas de interés para contener la incidencia de la inflación importada, lograron hacerse todavía más atractivos para los capitales elevando las distorsiones, afirmó.
Sin demanda
A cinco años del colapso de Lehman Brothers, la economía global muestra un panorama con los dos grandes mercados, Estados Unidos y Europa, sin señales claras de recuperación.
La actividad de Estados Unidos apenas se expande lo suficiente para crear empleos para quienes se integran al mercado laboral, mientras que en Europa la falta de cohesión política enlentece aún más la salida de la crisis.
“Para mi, el problema fundamental en Estados Unidos y Europa es la falta de demanda”, dijo Stiglitz.
Eso se debe a varios factores, entre ellos los desequilibrios globales entre los países que tienen déficits y aquellos que presentan cuentas positivas, ya sea en sus ingresos fiscales como en sus saldos de exportación.
“Los países que tienen déficits deben recortar los gastos y los que tienen superávits no tienen por qué aumentar los gastos”, indicó el Nobel de Economía.
Esos desequilibrios son los que contribuyen a una “demanda agregada débil”.Al mismo tiempo, la economía enfrenta otro período de transformación estructural como el que se vivió hace 100 años cuando la población rural se tuvo que reconvertir producto de los cambios en la producción.
Ahora, los incrementos de producción industrial frente a una demanda menguada fuerza a que un porcentaje significativo de la población en los países desarrollados deban buscar opciones laborales en los servicios, en particular en la salud, la educación, el turismo o las actividades culturales.
No obstante, se trata de actividades donde el peso del estado todavía es fuerte –en particular en educación y salud–, en un momento en que los presupuestos se achican por la aplicación de políticas de austeridad.
Otro punto que incide en la menor demanda es la desigualdad creciente en las economías desarrolladas, que es aún más marcada en Estados Unidos.
“Hoy la suerte de un joven estadounidense depende más de la educación y de los ingresos de sus padres que en otros países desarrollados”, afirmó Stiglitz.
A todo eso se suma además la política de austeridad aplicada por los gobiernos a través de recortes de gastos, que ha impactado en los niveles de empleo.“Todas estas son razones de por qué hay una demanda insuficiente”, puntualizó el experto.
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